En tus manos pongo, Señor, todo mi corazón.
Pero, ¡oh Dios mío, qué corazón es éste que me atrevo a ofrecerte! Fue creado para amarte, pero en lugar amarte, muchas veces se ha revelado. No olvides, Jesús mío, que si hubo tiempo en que éste se rebeló contra ti, ahora quiere postrarse arrepentido y lleno de dolor por los disgustos que te ha causado. Me duele, Redentor mío, haberte menospreciado, y a toda costa estoy dispuesto a amarte y obedecerte en todo. Por Tu divina gracia la vida en adelante emplearé en amarte siempre, sumo Bien mío. ¡Oh María, Madre mía! haz que sea agradable a tu divino Hijo.
San Alfonso María de Ligorio.