Padre mío, le preguntó un día un joven misionero al santo cura [san Juan María Vianney], si Dios le diese a escoger entre subir al cielo enseguida o trabajar como lo hace en la conversión de los pecadores, ¿qué haría usted?
- Me quedaría.
- ¡Pero en el cielo los santos son tan dichosos! ¡Allí no hay penas ni tentaciones!
- Sí, replicó; los santos son muy felices, pero gozan ya de sus rentas. Han trabajado mucho, pues Dios castiga la pereza y no premia sino el trabajo; pero no pueden como nosotros ganar almas para Dios con penas y sufrimientos...
Francis Trochu. (1988). El Cura de Ars. Madrid: Ediciones Palabra. p. 629.